Señor Jesús,
te ruego que en este camino sinodal aprendamos a mirar con tus ojos los rostros de la piedad popular, para que nuestro corazón se movilice y podamos descubrirte en los gestos de nuestros hermanos invisibles.
Los hermanos que se persignan al pasar frente a los templos donde está la Sagrada Eucaristía, aquellos de las manos curtidas por la recolección urbana, aquellos a los que nadie se atreve a saludar, los que conducen durante largas jornadas medios de transporte, los que rezan en las veredas y en los atrios sin animarse a entrar, los que se acercan a los cinerarios para interceder por los que ya han partido a la Casa del Padre sin que nadie los vea, los músicos callejeros y los vendedores ambulantes que alaban a Dios con alegría a pesar de su humilde condición.
Liliana Beatriz Gentile, Argentina