Sabia prudencia

Señor Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Estamos viviendo en este mundo y en este ahora la crisis más exagerada de la Fe.
Son mucho más los que llevan los ojos vendados y enceguecidos que los que permanecemos en tu santa Fe.
Los valores más preciosos que tenemos gracias al Evangelio se están relativizando confundiéndonos incluso a los más altos niveles de la Iglesia.
No dejes nunca, amado Padre, de darnos discernimiento perfecto y santo.
Ayúdanos a cultivar en nuestros corazones lo mandamientos fijos que has tenido a través de toda la historia.
Sálvanos de nosotros mismos.
Amén.

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