Mira esa cruz, ¿la ves? Allí, al final del camino.
Desde que se hizo la aurora sentí cómo me llamaba.
Me miraba y la miré, y en su sombra despuntaba
la senda que yo buscaba para mis humildes pies.
Mira sus brazos, ¿no ves que anticipan el abrazo
que hemos estado anhelando, que en nuestro interior faltaba?
Coge mi mano y andemos el camino de la cruz.
Tu fuerza será descanso. Mis pasos, los que andes tú.
Pronto estaremos llegando, y sabremos que, al final,
no es la cruz nuestro destino, sino la luz que hay detrás.
Ana Medina Heredia (Diócesis de Málaga, España)