¡Amado Rabbuni!

¡Amado Rabbuni!

Jesús vuelve a la Vida, rompiendo las
tinieblas del pecado, la oscuridad del alma,
allí donde todo se confunde, sin saber
muy bien, si es realidad o sueño.

Emerge victorioso al despertar la aurora,
Manantial de Vida surgida de lo Alto,
agua que ha de empapar los valles y colinas,
haciendo que germine fecunda la semilla.
Fruto que ha de brotar del árbol seco,
aquel que en otro tiempo, el mal hizo de él,
Pecado y rebeldía, estrago y esperpento.

Tu Cuerpo Cristo Vivo transformado,
igual que un día fuera en la montaña,
dejado ha las vendas y el sudario,
la corrupción de la materia inerte.
Cúbrelo ya el resplandor glorioso,
rayos de Luz lo envuelven para siempre.

Emite el viento acordes jubilosos,
trinan los pájaros un canto alegre,
extiende la hierba alfombra regia,
acarician tu rostro pétalos de rosas,
y el aire se llena del perfume de tu aroma.

Una mujer, María de Magdala,
corre anhelante de un lado para otro,
siente su corazón latir con fuerza, sus ojos
cegados por el llanto, no encuentran
a Aquél que anda buscando.

Cercano está, -dice-, con voz
entrecortada y queda, sin levantar
los párpados del suelo; escucha un rumor
de pasos que se acercan y la voz que la interpela:

Mujer, ¿porqué lloras?

Su corazón no puede más y estremecida exclama:
¡Se han llevado a mi Señor y no le encuentro!
¿Dime tú dónde está, dónde?

Sobre la tierra cubierta de rocío, acuesta su dolor
el alma en vilo, una Luz la cubre con su manto,
y al clarear el día, pronuncia su nombre el bien
Amado: ¡María!

¡Es Él, Amor de los amores! Verdad
desconocida, Señor y Dueño de mi vida.
Sus manos temblorosas se extienden hacia Él,
pronuncia una palabra que colma su Esperanza:

¡Rabbuni! ¡Amado Rabbuni!

María Jesús Martínez Azkona.
Iglesia del Sagrado Corazón, de los P.P. Jesuitas de Bilbao.

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